CRÍTICA SHREK 2 EN LABUTACA.NET

miércoles, 8 de diciembre de 2010

CRÍTICA por David Garrido Bazán

El ogro irreverente se va domesticando

Les voy a sugerir que hagan un pequeño pero revelador ejercicio, que yo mismo llevé a cabo un poco de causalidad la tarde del es-treno de "Shrek 2". Faltando un par de horas para que comenzara la sesión a la que pensaba acudir y en medio de una apacible mo-dorra veraniega, me puse a ver por enésima vez "Shrek" sin prestar-le una excesiva atención, mientras pasaba la hora de la siesta. Sí, la mayoría de los que leen esto la habrán visto en más de una oca-sión y algunos, entre los que me incluyo, estarán lo suficientemen-te familiarizados con ella como para poder reconstruirla en la me-moria sin hacer un excesivo esfuerzo, pero créanme, merece la pe-na hacer el experimento. Sólo entonces se podrá comprender en su totalidad el principal reparo que un servidor puso a la salida del cine y que puede pasar desapercibido por las virtudes nada superfi-ciales de la película: ¿Cabe mayor traición al espíritu transgre-sor de la primera película que, esgrimiendo como argumento la fidelidad al mismo, fabricar una obra que reproduce de forma tan milimétrica la fórmula y estructura de "Shrek"?

Trataré de explicarme, porque soy consciente que la pregunta bien pue-de resultar un tanto confusa. El éxito arrollador de "Shrek", a mi entender, tuvo mucho que ver con esa visión de los creadores que supo conectar con ese público que pedía a gritos una pe-lícula que supiese reírse con inteligen-cia de las convenciones de unos cuentos infantiles y un modo de hacer cintas de animación (el de la Disney) con el que las nuevas generaciones ya no pueden ni quieren identificarse. La gracia del invento era que la pelí-cula jugaba con el hecho de que, ali-mentados desde bien pequeños con la esencia de esos cuentos, todos somos lo suficientemente conscientes de los modelos que se estaban subvirtiendo como para captar en su totalidad la sana irreverencia y la mucha mala leche soterrada que impregnaba gran parte de los gags que se colaban en el inteligente guión de la pelí-cula, en la que no se dejaba títere con cabeza, guiños para el públi-co adulto y referencias sexuales incluidas. Algo deslumbrante. Pe-ro, ay, el fenómeno tuvo un éxito que fue mucho más allá de lo es-perado incluso por los propios autores y eso obligó a plantearse la posibilidad de una continuación a una historia que, paradójica-mente, parecía haberse cerrado con el consabido final feliz a pesar de todo.

Así pues, "Shrek 2" nace con la necesidad de cubrir una do-ble expectativa: por un lado, se le demanda que destile la misma mala leche, espíritu transgresor e irreverencia que hi-zo triunfar a la primera; por otro, se le pide que llegue a las mismas audiencias que abarrotaron los cines (entre los que, sin duda, se encuentra una gran parte de público infantil a los que ni siquiera les ha dado tiempo a asimilar aquellos modelos clásicos que "Shrek" destrozaba alegremente) ¿No parecen dos alternativas contrapuestas, verdad? En teoría, basta con repetir la estructura de la primera película introduciendo nuevos personajes, nuevos ele-mentos de los cuentos clásicos que subvertir y algunos gags que remitan a éxitos del cine más o menos reciente. Pero hay algo so-bre lo que, a la vista de los resultados de "Shrek 2", no se había re-flexionado lo suficiente: cuando se tiene entre las manos un pro-ducto tan subversivo, nada podría estar más alejado de ese espíritu que mantenerse tan fiel al mismo que incluso los conflictos, la pre-sentación de personajes y situaciones y hasta la estructura dramá-tica de las nuevas andanzas del simpático ogro verde y sus acom-pañantes sean idénticos a todo lo que ya pudimos ver en su mo-mento en "Shrek". Menuda paradoja: caer en el convencionalismo para mantener la transgresión. Y no conseguirlo.

Porque "Shrek 2" juega a lo seguro. Tan a lo seguro que la película vuelve a iniciarse con las tapas de un libro de cuentos clásicos; que la secuen-cia de la luna de miel de Shrek y Fio-na es clavada a la secuencia de pre-sentación de Shrek en su ciénaga; que la incomprensión y el rechazo que produce la condición de ogro de Shrek en el Reino Muy Muy Lejano son idénticos a los que producía en Duloc; que las dudas que atenazan a Shrek sobre lo que la Princesa Fiona verdaderamente debería tener (es de-cir, el consabido Principe Encantador con el que siempre ha soñado en lugar de un ogro verde) son las mismas, aún después de haberse casado con él; que el personaje de El Gato con Botas cumple exactamente la misma función que Asno en la primera película (al menos aquí se tiene el detalle de verbalizarlo con la frase “El papel de animal parlante que da la vara ya está cogido”) o que la escena de acción en la fábrica del Hada Madrina juega el mismo papel que la escena del rescate de Fiona del dragón (perdón, dragona) en la primera parte. Y eso son sólo algunos ejemplos, y no los más dolorosos. Lo peor es que hay cosas en las que "Shrek 2" se diferencia más bien poco de las películas de animación de toda la vida, a ratos es empa-lagosamente cursi y, para colmo, se pasan parte de la pelí-cula cantando. Aun cuando sea para parodiar, ya tiene de-lito.

A todo esto ¿es "Shrek 2" divertida? Por supuesto. ¿Mantiene in-tacta la capacidad para hacer reír con situaciones hilarantes y gags inesperados? Claro que sí ¿Sigue parodiando los convencionalis-mos de los cuentos clásicos? Ahí está esa terrible y chunga Hada Madrina convertida en el villano de la función para atestiguarlo, aun-que en mi opinión se le podría haber sacado mucho más partido, tanto de ella como de su insoportable hijo, ese Príncipe Encantador tan pagado de sí mismo. El mismo talento visual, narrativo y creati-vo está al servicio de la historia, y eso ya de por sí supera a la ma-yor parte de las comedias vistas en este desangelado 2004 en lo que a ese género se refiere. Y sí, a ratos, como no podía ser de otra forma, uno percibe algún chispazo de ese viejo atrevimiento (el gag de Pinocho en el rescate, magnífico, o la parodia de Cops que muchos no captarán), aunque es de lamentar que el más brillante y atrevido de todos ellos (y uno de los mejores gags de la película) llegue justo en los títulos finales de crédito, con las luces segura-mente encendidas y más de la mitad de los espectadores despre-venidos ya fuera de la sala, sobre todo si el cine no es muy escru-puloso con eso de respetar la proyección hasta el final.

Por supuesto, uno puede quedarse con el hecho incuestionable de que "Shrek 2" es una película que cuida un guión ágil y divertido, unos diálo-gos chispeantes y que sabe sacar partido de algunas de las situaciones planteadas, como esa estupenda vi-sión del Reino de Muy Muy Lejos co-mo un Beverly Hills para las estrellas de los cuentos infantiles más rutilan-tes, algunos momentos excelentes de la mano de un Gato con Botas con el que Banderas se ríe de sí mismo (im-pagables las dos secuencias en las que el gato pone esos ojitos irresisti-bles), congratularse de reconocer las innumerables referencias a multitud de títulos del cine reciente que a ratos hacen pensar que estamos ante una versión de "Shrek" realizada por los hermanos Wayans o por Jim Abrahams (¿De verdad eran necesarias tantas? No todas son tan brillantes como las de "De aquí a la eternidad" o "Alien, el octavo pasajero"), o disfrutar de todos esos clásicos mo-dernos en su banda sonora (hasta el Capitán Garfio canta con la voz de Tom Waits y todo). Pero no sería honesto por mi parte si no les dijera que tuve la molesta sensación una vez terminada la pro-yección de que, para nuestra desgracia y mucho me temo que de forma un tanto imperceptible para la mayoría de los espectadores, nuestro viejo ogro verde está empezando a domesticarse. Y quizás sea algo duro, pero precisamente en Shrek me parece algo imper-donable.

No termino sin antes insistir en lo importante que es quedarse en la sala al comenzar los títulos de crédito finales. Si se abandona demasiado rápido, uno corre el riesgo de perderse un gag final ciertamente corrosivo, éste sí, digno del espíritu transgresor de Shrek.


CRÍTICA por Joaquín R. Fernández

Es de suponer que a estas alturas los dirigentes de DreamWorks todavía se estén pellizcando al comprobar las apabullantes cifras que la continua-ción de "Shrek" está obteniendo en los cines de todo el mundo, afianzan-do así a esta productora en el terreno de la animación y provocando incluso que hasta Disney se replantee el con-tenido de sus películas, acusadas de ser, salvo las de Pixar, almibaradas y de estar pasadas de moda (calificati-vos que me parecen exagerados y que únicamente buscan hurgar en una herida que no termina de cicatrizar). Siendo una secuela, lo lógico es que se hubiera perdido la sorpresa, la originalidad, el descaro y la frescura de su predecesora, impidiendo con ello que "Shrek 2" superara en la taquilla a la cinta en la que se nos daba a conocer el extravagante universo en el que habitaba el ogro protagonista. Pero, por extraño que parezca, nada de eso sucede.

El reinado de "Buscando a Nemo" ha sido, pues, efímero, consi-guiendo conectar con el respetable este producto surgido de la fac-toría de Spielberg y Katzenberg. A ratos dulce y a ratos gambe-rra, el filme aúna también la aventura y el humor, aderezándose además su desarrollo con un buen número de guiños cinematográ-ficos que incluso ya se presentan en los cinco primeros minutos del relato (a destacar, por ejemplo, cómo se enlaza la escena más famosa de "De aquí a la eternidad" con "La sirenita", aunque de una forma un tanto cruel para esta última, seguramente con la in-tención de lanzarle una reprimenda a Disney, la mayor competidora de DreamWorks). Aparte de estas interminables referencias cinéfi-las, se acentúan las semejanzas entre nuestra sociedad y aquella en la que habitan Shrek, Fiona y Asno, y se desmitifican aún más los cuentos de hadas a través de continuas chanzas que provocan continuas carcajadas en el espectador.

Y es que "Shrek 2" se convierte en un divertimento de principio a fin, en una película que incluso es capaz de desplegar una mayor imaginación que su antecesora y que debería ser de obligado visionado para todos aquellos guionistas que nos torturan cada año con sus inso-portables y tontorronas comedietas en imagen real. Pero lo mejor de todo es que nos hallamos ante un filme de animación que armoniza como ningún otro los gustos de todo tipo de públi-co. Los más pequeños de la casa se reirán pícaramente con las flatulencias de Shrek o con la verborrea de Asno, los adolescentes no pondrán ningún reparo a la hora de pagar para ver una película de dibujos animados más enrollada de lo habitual y plagada de canciones que reconocerán de inmediato, mientras que los adultos disfrutarán de la hermosa historia de amor existente entre Shrek y Fiona, de los impedimentos que provocan que su relación no sea del agrado de terceras personas y de esos gags con doble sentido que precisamente van dirigidos hacia ellos.

Aparte de los personajes que ya conocimos en la primera entrega, se añaden otros nuevos, sorprendentemente igual de carismáticos que aquéllos. Eso es lo que sucede con el Gato con Botas, quien provocará ciertos celos en Asno, que en un prin-cipio se sentirá desplazado con su aparición. Los padres de Fiona tienen un papel crucial en la tensa cena de bienvenida que le dan a su hija, por no hablar de los tejemanejes del Rey Harold para im-pedir que ésta acabe viviendo con un tipo tan detestable como Shrek. Igual de desternillante es la presencia de los villanos de tur-no, representados en esta ocasión por, atención, el Hada Madrina, que hasta se marca un número musical a lo Disney que es inte-rrumpido bruscamente, y el petulante de su hijo, un hombre tan preocupado por su imagen que incluso es capaz de pintarse los la-bios para resaltar así su color.

Los encantos de "Shrek 2" no só-lo los encontraremos en su inge-nio y en su profusa diversión, sino que también resulta meritorio su asombroso apartado técnico. Re-pleta de detalles, la cinta nos abruma con una asombrosa animación de los personajes humanos, viéndose incre-mentada su espectacularidad gracias al magnífico uso de las masas (la lle-gada de los recién casados a la tierra de Muy Muy Lejos, por ejemplo). En cuanto a la música de Harry Greg-son-Williams, es realmente eficaz y muy agradable en sus frag-mentos intimistas, aunque quizás se utilicen desmedidamente al-gunos de los temas que ya escuchábamos en la primera parte, por no hablar de que las canciones le impiden al compositor desarrollar su obra.

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